El lamento del moro, Francisco Pradilla
Cuentan la leyenda y la historia, que el último moro en España, el rey Mohamed Abu Abdalahyah (Boabdil), debió abandonar la Alhambra (ciudad palatina donde nació y gobernó hasta que llegó el día de la Rendición de Granada, y hubo él de entregar en 1492, el palacio nazarí y su amado reino a manos cristianas).
Cuando llegó la hora de partir, lo hizo en el más absoluto de los silencios y sin mirar atrás. Hasta que a unos 16 kilómetros de la Al-hamra, se detuvo.
La miró, y suspiró profundamente. Razón por la cual, Al Badul (hoy El Padul), se conoce con el nombre del “suspiro del moro”.
Fue entonces, cuando rompió en llanto el moro y se arrojó a los pies de su madre, la sultana Aixa Al-Horrá. Y ella, apartándolo, sin brindarle el consuelo que él le pedía, increpó su vano lamento con estas palabras:
“Bien haces, hijo, en llorar como una mujer, lo que no supiste defender como un hombre”
A él, alude mi mail. Pues hay quienes hablan de suspiro y quienes de lamento.
También por aquel otro moro de Al Andaluz, Muhammad Ben Abí Amir, visir de Al-Hakam II, a quien sucedió en las postrimerías de la Dinastía Omeya. Y a quien crónicas recuerdan con el nombre de Almanzor, inmortalizado, en el cuadro de Francisco Pradilla, de espaldas y vencido en la mítica batalla de Calatañazor, donde fuera derrotado por la cristiandad en el siglo X.
Turka
Cuando llegó la hora de partir, lo hizo en el más absoluto de los silencios y sin mirar atrás. Hasta que a unos 16 kilómetros de la Al-hamra, se detuvo.
La miró, y suspiró profundamente. Razón por la cual, Al Badul (hoy El Padul), se conoce con el nombre del “suspiro del moro”.
Fue entonces, cuando rompió en llanto el moro y se arrojó a los pies de su madre, la sultana Aixa Al-Horrá. Y ella, apartándolo, sin brindarle el consuelo que él le pedía, increpó su vano lamento con estas palabras:
“Bien haces, hijo, en llorar como una mujer, lo que no supiste defender como un hombre”
A él, alude mi mail. Pues hay quienes hablan de suspiro y quienes de lamento.
También por aquel otro moro de Al Andaluz, Muhammad Ben Abí Amir, visir de Al-Hakam II, a quien sucedió en las postrimerías de la Dinastía Omeya. Y a quien crónicas recuerdan con el nombre de Almanzor, inmortalizado, en el cuadro de Francisco Pradilla, de espaldas y vencido en la mítica batalla de Calatañazor, donde fuera derrotado por la cristiandad en el siglo X.
Turka