Alguna vez, Camarón de la Isla dijo que “el flamenco es el quejío del gitano, que gime, porque dios lo ha echao del cielo...”.
Quejíos, onomatopeyas, escándalo gutural... forman la materia prima del flamenco, que es ante todo, la acusación de un grupo oprimido.
En el flamenco hay árabe y hebreo, hay gitano y andaluz con hambre. La desesperación es su elemento primigenio.
“¿Querés conocer la historia de un pueblo?” - preguntaba Antonio Machado – “¿Querés saber de lo que es capaz un pueblo?... Estudiad sus cantares”.
Con estas contundentes palabras, Machado, viene a decirnos que un arte que prescinda de la existencia de la cultura popular, no es tal arte. El flamenco, ese inmenso huracán de memoria andaluza, es folklore por excelencia.
El origen del desarraigo y diseminación de los gitanos se diluye. Algunos estudiosos apuntan que el éxodo gitano se inicia entre los siglos VIII y IX de nuestra era, cuando dejan la India, y tras varios siglos de peregrinaje por Asia y Europa llegan esos seres temerosos y a la vez valientes, para instalarse en España.
En la música del cante jondo puede reconocerse con claridad, una corriente indo-persa-gitano-andaluza.
Decían los hermanos Caba: en Andalucía confluyen la desesperación filosófica del Islam, la desesperación religiosa del hebreo y la desesperación social del gitano.
El flamenco -sostienen sus estudiosos- es música fundamental, porque contiene vida y la contagia, junto al consuelo y al desconsuelo, al miedo y al júbilo.
Quizá -dice Felix Grande- sea la vida la perpetua mezcla de esos sobresaltos, de ese matrimonio de escalofríos.-
El flamenco es el grito elemental, en sus formas primitivas, de un pueblo sumido en la pobreza y la ignorancia, para quien solo existen las necesidades perentorias. Sus coplas son lamento, desesperación, alma herida, renuncia. Son la confesión oscura de una raza doliente e irredenta.
Caballero Bonald cuenta lo que le dijo una noche la cantaora Tía Anica la pirinaca, después de haber lanzado al viento sus terribles y llameantes lamentaciones. La anciana tía Anica comentó, mientras descansaba entre cante y cante...
“...ay, mi dio, cuando canto a gusto, la boca me sabe a sangre....”
Antonio Gala.
...a mis alumnas...
Bailaor no es aquel que baila sobre las tablas lo que quiere bailar...: sino lo que sus demonios mandan.